¿Donde estamos y hacia donde vamos?-Adri Martiño Iglesias
“DE FORMACIÓN GENERAL, DE PEDAGOGÍA Y DE
CORTO PLACISMO”
En los más de quince años que he tenido
la oportunidad de vivir dentro del “mundillo” del fútbol sala, principalmente
en España pero con mucho contacto con entrenadores y metodologías de medio mundo,
he podido lógicamente crear una radiografía, subjetiva pero bastante mesurable,
sobre la formación en nuestro deporte, nuestro nivel como entrenadores y
nuestras estructuras.
Partimos seguramente de un contexto poco
favorable en cuanto al entorno en el que nacemos, como deporte de calle y bajo
la influencia del fútbol. Digo poco favorable porque, si bien es cierto
que somos lo que somos gracias a la calle, identidad, espectacularidad y
popularidad, nos creamos y criamos lejos de centros educativos, lejos de la
universidad y la investigación, la prueba son las poca bibliografía específica
existente. Por otro lado, sin meternos en temas políticos, absorbimos
también la peor parte del “deporte rey”, la parte en la que todo el mundo sabe
de todo, esa parte en la que el fútbol es el menos deporte de todos los
deportes.
Esa distancia con las vías educativas y
ese entorno callejero, unido al contexto económico en el que sobrevivimos, hace
que el nivel medio educativo de los formadores de nuestro deporte diste mucho
del de otras modalidades. Hace que deportes como el baloncesto, hoy por
hoy, tengan un nivel formativo a años luz del nuestro. Aunque evidentemente uno
no tiene que saber de astronomía para entrenar, la realidad es que en general,
sabemos, o creemos saber, mucho de fútbol sala y poco de todo lo demás.
La parte peor no es “no saber”, la parte
peor es “no querer saber”. Desgraciadamente cuanto menos se sabe, menos se
quiere saber.
Si trasladamos esto a la formación de
base, detectamos dos problemas principales de fondo, uno relacionado con el
nivel de conocimientos de los técnicos y otro a caballo entre entrenadores,
directivos y entorno.
En primer lugar, aún dando por hecho que
el formador de base conozca el deporte, éste no conoce al niño, no sabe cómo
aprende y cómo presentarle nuestro juego. No es una cuestión de gustos mostrar
antes fundamentos individuales que sistemas, es cuestión de entender cómo es la
estructura interna del juego y cómo ésta va apareciendo al jugador, con las
dificultades paulatinas que se va encontrando. Es cuestión de entender lo que
es capaz de manejar el deportista en cada etapa, lo que es capaz de percibir y
asimilar y lo que le podemos pedir. Cobra una importancia máxima la
formación pedagógica y aparece un axioma fundamental en educación que nos
saltamos a la torera: “partir de los conocimientos previos del alumno y
adaptarnos a éste”.
Llegados a este punto, aparece nuestro
segundo problema de fondo, los resultados en base y las prisas. Por ego de los
adultos y mala interpretación o desconocimiento de lo que en realidad es
importante trabajando en etapas formativas, aparece la exigencia de resultados.
Es un aspecto gravísimo, que estoy seguro que se nos escapa al colectivo de
técnicos, porque es más incluso un tema de educación social, pero que podemos y
debemos manejar desde nuestra parcela.
El gran inconveniente viene en que,
exigiendo ganar, se toman decisiones para ganar y no para formar. “Cualquier
decisión tomada en base para ganar es una mala decisión”. Categórico y
convencido cien por cien. Trabajando con niños lo más importante son los niños,
diversión y educación primero y conocimiento del juego después. Si priorizamos
resultados ante esto, nos estamos equivocando.
Se está, en los últimos tiempos, dando
una situación que es necesario destacar. Nuestro juego cada vez es más plano,
existen menos variantes tácticas y la sensación es que casi todo el mundo juega
parecido. Ahondando en el fondo de la cuestión, en gran medida surge una
exigencia de resultados a corto plazo que nos atenaza. Hay que ganar y hay que
ganar ya. El técnico se centra en las “cuatro cosas básicas” que quiere dominar
para vencer el sábado. Lo grave es que, si bien es útil desde una visión
cortoplacista, nuestro techo se hace cada vez más bajo, nuestra evolución
como equipo se queda en esos cuatro detalles y nuestro deporte se empobrece.
En rendimiento, en élite, es
perfectamente entendible este comportamiento, porque la realidad nos dice que
lo que vale es el marcador del fin de semana. Lo realmente triste es que esto
pasa en base, lo realmente preocupante es que en vez de enseñar la totalidad
del juego a los niños, les enseñamos los “cuatro” conceptos que necesitamos
para conseguir resultados rápido, por ego de entrenador, directivas y adultos varios,
y nos cargamos la evolución deportiva del niño.
Entonces, si en rendimiento hay premuras
y nos centramos en buscar el resultado rápido y en base hacemos lo mismo,
¿cuándo enseñamos a jugar? Atentamos contra el deporte y lo peor, atentamos
contra la evolución de los niños.
En definitiva, el gran desarrollo de
nuestro juego a todos los niveles, la expansión que nos consta que estamos
teniendo por medio planeta, nos exige dar un vuelco y un paso adelante en
cuanto a estructuras, en cuanto al entrenamiento en categorías inferiores y en
cuanto a lo más determinante sin duda en este ámbito, nuestra formación, la
formación de formadores.
Comentarios
Publicar un comentario